Algo de antecedentes históricos que comentar mientras se disfrutan los dulces y los camotes

Turista: una persona que ha viajado para visitar un lugar por placer, y es de alguna manera considerado un invitado. El turismo constituye una significativa ganancia económica para una ciudad: su poder para esforzarse, ser cortés, atento y congeniar al presentar sus atributos arquitectónicos, históricos, culturales y hasta gastronómicos; luego entonces… mostrar lo mejor de sí, y así Puebla ha sido bendecida con una plétora de características únicas.

Diariamente grupos turísticos de doce a veinte adultos provenientes de todas partes del mundo son guiados desde el zócalo a la arbolada avenida peatonal 5 de Mayo y sus bien instalados comercios, hasta la iglesia de Santo Domingo del Siglo XVI, donde aún el más exhausto viajero es sorprendido por el magnífico interior de la Capilla del Rosario, donde la fotografía –sin flash- es permitida.
Aquellos afortunados visitantes; en la tarde de un sábado pueden encontrarse en medio de una celebración matrimonial, mientras una familia de gaiteros toca en vivo para los recién casados. Y continuando su visita a dos puertas de distancia el interesante pequeño museo “José Luis Bello y Zetina” que se puede visitar durante la semana. Y ahora sin vacilar, ustedes los afortunados turistas pueden continuar su visita ya que a pocos pasos está la avenida 6 Oriente, la “Calle de los dulces”, única en su género.

Atención, creo escuchar el molesto zumbido de moscas, pregoneros ilegales invadiendo las dos esquinas escandalosamente gritando la venta de sus artículos baratos hechos en China. Se le puede llamar a todo esto un estorbo y un obstáculo, una afrenta, un grosero impedimento. Amontonando la esquina, además de los 200 m. de mesas desmontables con sus vendimias apiladas sobre las banquetas, causando largas hileras individuales de peatones, esperando no chocar contra las filas de gente que camina en la dirección opuesta. Tenga cuidado si su estatura es mayor a 170 cms., agáchese para evitar lastimarse un ojo con las sombrillas que cubren los puestos y sus artículos en venta.

Los guías, inteligente grupo, desean entregar a los turistas una experiencia informativa y placentera, y así dirigen a los grupos hacia el otro lado de la calle, solo para encontrar más moscas zumbando, y los postes bajos que previenen estacionar autos han sido removidos; uno no necesita ser Sherlock Holmes para adivinar quién los quitó, permitiendo así a rudos pandilleros adolescentes, gritones y con sus reproductores de música a todo volumen, un lucrativo negocio de estacionamiento en lugares prohibidos, dirigiendo a los vehículos a estacionarse en áreas peatonales y así ambas banquetas de la calle de los dulces se ven impedidas a proveer la experiencia de una caminata placentera.

Honor a quien honor merece, los policías en sus motocicletas, aunque aparecen esporádicamente, multan a los vehículos mal estacionados; solo para que los inocentes “franeleros” pacientemente observen y esperen a que se retire la autoridad para reiniciar su negocio.

Algunos lectores dirán: ¿y eso qué?, ¡para eso son las calles!.. NO NECESARIAMENTE: la Calle de los dulces es importante y no solo para extranjeros, el turismo nacional viene de todo el país para comprar los famosos dulces de Santa Clara para llevarlos a su familia y a sus amigos, y en la actual era de la globalización es raro encontrar algo único y accesible económicamente.

Algo de antecedentes históricos que comentar mientras se disfrutan los dulces y los camotes: en julio 13, 1608, debido a la petición de la misericordiosa doña Isabel de Villanueva y Guzmán, el templo conventual de Santa Clara fue construido para los jóvenes pobres de Puebla, y fue ahí donde las hermanas inventaron los camotes, el rompope y otros dulces. Poblanos, estén orgullosos y protejan su herencia cultural y gastronómica; no permitan que algunos grupúsculos de comerciantes ambulantes ilegales arruinen esta maravilla.

Para concluir: una mención hacia los trabajadores que pagan renta e impuestos de la Calle de los dulces, ellos merecen mayor respeto y cuidado por parte de las autoridades. Y una última palabra, la mejor promoción turística es: aquel visitante que regresa excitado y feliz a contar a sus parientes y amigos de su experiencia positiva en Puebla.

P.D.: Esperando que en mi próxima visita a la Calle de los dulces no encuentre moscas en la sopa.

fuente: https://www.elsoldepuebla.com.mx/sociedad/las-maravillas-de-puebla-para-el-turismo